sábado, 10 de marzo de 2018

EL JINETE MUERTO



En esas horas del alba

cuando el  sol alumbra en los cerros

vienen ladrando los perros,

tristes de la madrugada.

 

Desbocados y crueles

destrozan la luna llena

que está mirándose alegre

en los espejos del agua.

 

Cercanas y melancólicas

mugen sus penas las vacas,

y crotoran las cigüeñas

saludos  desde atalayas.

 

Las encinas, sorprendidas,

van dibujando fantasmas

de sombra negra de miedos

sobre la hojarasca helada.

 

La luna pierde su velo

por el cielo azul del alba

que va perfilando cerros

con reflejos de la helada.

 

 

Al son de los tamboriles

de los cascos en la graba,

garabato entre las sombras

el jinete se acercaba

 

doblado sobre el caballo,

la cara desencajada,

los ojos yertos del frío,

perdidos en la llanada.

 

Sobre los botos camperos

calzaba espuelas de plata,

zahones de cuero grueso,

faja de seda morada,

 

cadena de oro macizo

sobre chaleco de pana,

camisa de lino claro,

y pantalones de guata.

 

Esperpento en el camino,

por calles desdibujadas,

entra en el pueblo, y el  bruto,

se va derecho a su casa.

 

 

Gritos de muerte sonaron

por las callejas calladas…

Rojas, sobre la pechera,

lucen rosas coloradas

 

de sangre ; en medio de ellas

enhiesta, como una estaca,

mensajera de su muerte

hay  una faca clavada.

 

Por las barreras del alba,

que el sol alumbra en los cerros,

enmudecieron  los perros

tristes de la madrugada.

M. Pablos

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