sábado, 7 de noviembre de 2015

A UNA MUJER QUE VINO DEL MAR








Quisiera contemplarte desde el orto,
hasta el ocaso triste de la tarde,
y apagar ese fuego que en mí arde
y me abrasa entre lánguido y absorto.

Se que vienes del mar porque en el corto
fulgor de tu mirada hay un alarde
de azul mediterráneo y yo, cobarde
silencio el mal de amores que soporto.

Tu cabello es cascada turbulenta,
dorada como el sol del mediodía.
Mujer del mar, mi alma está sedienta,

sáciala con tu amor de noche y día,
librándola del mal que la atormenta
o dale, con tu olvido, la agonía.




ALEJANDRO MARTINO VICO

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